domingo, 28 de abril de 2013

UN EXITAZO EL OPERATIVO DE BOB ESPONJA

Leemos en "El Politólogo"

No puede haber sido más lograda, la imágen de la derecha mostrando sin contemplaciones sus recetas de gobierno. Maurizzio (¿está de viaje en Paris, otra vez?) habilitó al Yeneral Bob Esponja Montenegro para que avance con los cosacos de la metro, contra "los sindicalistas" que se oponen a sus deseos. Esto es: edificar un carísimo centro cívico amarillo en Barracas (construído por empresas "testas", obvio) arrasando con parques y jardines y demoliendo algunos edificios emblemáticos del Hospital Borda como (nada menos que) el indispensable taller de oficios para los internos. El balance de la escaramuza fueron 30 empleados y médicos heridos, algunos de ellos delegados de Ate Capital (¿Y ahora Michola como hacemos para mantener la buena onda con Momo y Hugo Timoteo Vandor, tan amigos de Maurizzio?). También periodistas, incluso un fotógrafo de Clarín, resultaron con balazos de goma. El reportero gráfico, Pepe Mateos, es el mismo que tantos problemas le trajo a Julito Blanck y otros capos de la redacción tacuariense, cuando cayó con las fotos de los piqueteros fusilados en la estación Avellaneda en 2002. Por su culpa el gran diario magnético sólo pudo cubrir al corpoñero Duhalde un día apenas, con aquel famoso titular canalla, "La Crisis causó dos nuevas muertes". Como una ironía del destino, Mateos y su mandíbula herida de un perdigonazo, vuelve a ser un molesto testigo de la alianza política y de negocios de sus patrones, en este caso con el macrismo. En fin, ante la ausencia del bicialcalde viajero, como ya es un clásico, "Mariú" Vidal y Bob Montenegro darán una conferencia de prensa para aclarar el tópico. La culpa de todo que duda cabe, la tendrán el sindicalismo forajido y fuera de la ley, y la señora de enfrente que va por todo. Hasta por el taller de oficios del Borda.---------------------------Y hablando de los amigos de Maurizzio, ayer se llevó a cabo el tercer congreso del Peornismo de derecha recalcitrante y con tantas ansias de volver a los noventa. Recordemos ese primer congreso peornista de Potrero de los Funes en 2007 con los R.Sáa como anfitriones, que reuniera a deyecciones del menemismo y el duhaldismo. El resultado plasmado en urnas fue de un 7% de los votos para el Alberto. En 2011, el segundo congreso neocorporativo se realizó en el amplio y señorial depto de Tito Mañeto, y reunió a cinco grandes del buen humor: Duhalde, Reutemann, De Narvaez, Maurizzio y Felipe. En urnas tampoco anduvo la cosa y el macrocéfalo aliado incondicional de Tacuarí Corporation, terminó colectando el 5.5% de los guarismos en aquel inolvidable oktubre que lo jubiló politicamente. Pues bien, ahora el Momio Venereas, alquiló el coqueto y costoso Marriot Plaza para invitar a un nutrido grupo de famosos a rendirle pleitesía. No por ser un mafioso muy simpático, sino por ser el hombre que maneja una caja política privada, muy generosa con los medios y políticos amigos, que paradojicamente proviene del dinero aportado por el sector de trabajadores más precarizado y peor pago del país. La abigarrada caterrrva que se juntó ayer, bien pudo salir de un tren fantasma, y el conde Drácula, Frankestein o el hombre Lobo no hubieran desentonado con muchos de los asistentes al salón de eventos del Marriot Hotel. Hugo Biolcati, Lucki Luciano Miguens, Etcheebeeheeree y el bobazo del melli Danyeli dijeron presente, como compañeros agrogarcas que sienten tristeza. El pálido Lavagna en calidad de ex heterodoxo nueva estrellita Pro, Carlos Chanta Brown, Cintya Hotton, el Chihuahua López Murphy, el milico Luciano Benjamin Aguad, Yamón Puerta, Vinagreta Pinedo, el ex ombú man Cara de Choclo Monanodino, etc. Para destacar la presencia en pictografias del Hugo Antonio y la piba Bullrich, quienes se estrecharon en un cálido abrazo como para dejar de lado cualquier viejo resquemor en pos de la república cacerola. (Nota: proximamente foto de abrazo y beso del dueño de Covelia y la hormiguita denarvaísta Ocaña, quien hace casi dos años dejó de usar el neologismo de su autoría, "moyanolandia"). Por su parte, mandó mensaje de congratulaciones al Momio, el amigazo-macanudazo Edu Buzzeta. Y envió una cálida carta con buenos augurios hacia el Momo esclavista de peones, nada menos que pePino Solanas Pacheco de Melo. Ya lanzado el pepinista en un frente ético con Lilita, no está de más cultivar la amistad con luchadores contra los "corruTos", como se define su amigo necochense. Estuvieron también, aunque esquivaron la foto, Maurizzio, Peluca De la Sota y el colo colombiano. En mayo se define la rosca y rosquete político peornista por el armado de las listas. Muchachos: ¿Por qué no se dan una vuelta antes por el piso del Sr. Mañeto para tomarse un vermucito? Da suerte, es como un talismán.


Instantánea: Cocoliche Opositor

Agudo análisis de Horacio Verbitsky en Página12, sobre la coyuntura opositora.

Leemos


Treinta y uno a cero








 Por Horacio Verbitsky
Al aproximarse dos fechas clave (la del fallo definitivo sobre la ley audiovisual, la de las elecciones), tanto la oposición mediática como sus apéndices políticos entraron en un estado de sobreexcitación. Su propósito es minar, corroer, derruir a un gobierno que está capeando la peor crisis global en ochenta años con preservación del empleo, pese a la desaceleración brusca del crecimiento. La oposición mediática pasa el test de las expectativas racionales: el diario La Nación goza de una medida cautelar por la que desde hace diez años no paga impuestos que la AFIP estima en 280 millones de pesos y el Grupo Clarín arriesga su desmembramiento de aplicarse la ley audiovisual. La Cámara Civil y Comercial declaró inconstitucionales las cláusulas que interesan al Grupo: aquellas que obligan a elegir entre una licencia de televisión abierta o una por suscripción y que sólo permiten una señal de contenidos a quien opere una licencia de cable. Esto le permitiría conservar Canal 13, Cablevisión, TN y todas sus señales deportivas, artísticas y de entretenimiento. Además, su diario insignia padece una merma constante de ejemplares. Según el portal “Diario sobre Diarios”, las ventas de Clarín vienen en caída libre desde hace siete años y en 2012 fueron inferiores a las de 1960, cuando la Argentina tenía la mitad de habitantes que hoy. La Nación ha logrado mejorar el promedio semanal, gracias a su tarjeta de descuentos que se obtiene con el dominical, estrategia que ahora está implementando también Clarín, con su tarjeta 6-7-8. Perdón, 365.
La oposición política es más desconcertante, porque sus intereses no son económicos sino electorales y el camino elegido ya ha probado su ineficacia. Los gritos, los insultos, los botellazos, los manotones sobre el micrófono y la renuncia a debatir los proyectos no son prueba de fortaleza sino de impotencia. Es el camino que el radicalismo sigue desde la Convención Constituyente de 1949, que abandonó airado, privándose de discutir cuestiones de fondo, en las que su plataforma electoral no era antagónica a la del peronismo. Lo continuó en 1989 y 2001, con las renuncias de Alfonsín y De la Rúa a la presidencia, y en 2009, cuando la Cámara de Diputados votó la ley audiovisual. Si la UCR no logró destruir la República cuando gobernó, más improbable resulta que lo consiga ahora. La exasperación llegó al extremo de convocar a impedir que sesionara el Congreso (Elisa Carrió) o, en el modo más ambiguo de un buen abogado, a que el pueblo movilizado impidiera la sanción de los proyectos oficiales (Ricardo Gil Lavedra). Si en el Senado los bloques minoritarios discutieron en el recinto el contenido de las leyes, en Diputados casi todos los discursos fueron invectivas desmelenadas contra el gobierno y sus propósitos diabólicos, cuyo destinatario no eran las pocas bancas ocupadas sino las pantallas de televisión y posibles demandas de inconstitucionalidad posteriores, como también ocurrió con la ley audiovisual. Estimulados por haber podido poner el pie en la movilización del 18 de abril, los dirigentes partidarios opuestos al gobierno convocaron a movilizarse sobre el Congreso durante el debate y montaron una carpa en la Plaza, con la explícita intención de reproducir el clima de 2008, cuando se discutieron las retenciones móviles. Con ser numerosa, la plaza del 18 mostró una disminución respecto de las convocatorias de septiembre y noviembre de 2012, que tal vez se deba a la insatisfacción que los protestones sienten también respecto de la oposición política. Patricia Bullrich se atribuyó su organización, anunció su candidatura presidencial y en un alarde de coherencia se abrazó hasta con Hugo Moyano. La cita sobre el Congreso, en cambio, fue un fiasco completo. En el mejor momento no pasó de un par de miles y terminó en el ridículo cuando una voluntaria de 19 años contó que la habían dejado sola durante toda la noche, sin alimento, abrigo ni posibilidad de ir al baño. En cualquier caso, el saldo de aquellas tres movilizaciones, en las que los únicos lesionados fueron los periodistas agredidos a golpes por manifestantes, en un caso desde atrás, contrasta con las que sucedieron al finalizar el gobierno radical, en las que la represión ordenada desde la presidencia provocó 31 muertos en la Capital. La misma violencia descontrolada aplicó el viernes la policía brava de Maurizio Macrì contra trabajadores, enfermos psiquiátricos y periodistas en el Hospital Borda de Barracas, sin mandato judicial, como se encargó de precisar el tribunal a cargo, cuya tarea simplificó el gobierno al demoler la construcción en litigio. Para ello, Macrì desconoció una medida cautelar vigente, por lo cual fue sancionado y sumará una nueva causa judicial, y se introdujo de lleno en el reino del revés al acusar a “un grupo violento” por el estropicio que hicieron sus canas, con atuendo y actitud de desembarcar en una aldea afgana poblada de talibanes. Macrì y su vicejefe María Vidal, dijeron con una impavidez envidiable que la policía sólo se defendió. Entre los heridos estuvo Pepe Mateos, el mismo reportero que en 2002 documentó el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en Avellaneda, pero cuyas imágenes no fueron divulgadas por Clarín hasta que este diario publicó las que había registrado Sergio Kowalewski, un fotógrafo colaborador de organismos defensores de los derechos humanos. Además de herirlo en la cara lo tumbaron en el suelo, lo esposaron a la espalda y se lo llevaron a los empujones. Entre el deseo expresado por el radical Ernesto Sanz, de que la economía vaya mal para que mejoren sus chances electorales, y la demostración de Macrì sobre cómo tratar con la protesta social y la prensa, queda claro qué le esperaría al país si los republicanos que exploran fórmulas de unidad desplazaran del gobierno a los autoritarios que vienen por todo. Esa es la única cuenta en la que la oposición vence con comodidad y, si se permite la palabra, por paliza: 31 muertos a 0.



Paritarias, inflación y presiones sobre el dólar.

Leemos en Pagina12 un reportaje de Raul Dellatorre con Pedro Wasiejko, secretario adjunto de la CTA:

Wasiejko no anda con rodeos. "Hay una gran presión de grupos empresarios que apuestan a una devaluación, y si en paritarias nos limitamos a discutir salarios y no la inflación, les hacemos el juego a esos sectores."


Por Raúl Dellatorre
En opinión de Pedro Wasiejko, secretario adjunto de la CTA que encabeza Hugo Yasky, el movimiento obrero no debería estar ajeno a la discusión sobre inflación, política cambiaria y modelo productivo. Ni siquiera considera que estos temas debieran estar aislados de la discusión paritaria, al ser parte de la política de ingresos. “Hay una gran presión de los principales grupos empresarios que apuestan a una devaluación, y los sectores sindicales no podemos ser cómplices”, dijo en la entrevista con Página/12. Wasiejko, titular del gremio de los trabajadores del neumático (Sutna) y de la Federación de Trabajadores de la Industria (Fetia), sostiene que “limitarse a discutir el salario sin cuestionar la formación de precios es hacerles el juego a las posiciones empresarias”.
–La tensión económica en torno de los precios, más las presiones por vía del dólar marginal, ¿complican la negociación salarial?
–En el marco de la actual etapa, el movimiento sindical debería estar jugando un papel más activo en las políticas que vienen desarrollando los gobiernos populares de la región. Tuvo una participación importante cuando fue la disputa contra el ALCA, pero en otros aspectos ha mantenido posiciones muy conservadoras, acompañando el proceso desde atrás. Frente a las actuales tensiones, limitarse a discutir salarios es equivocado. Y además, suicida. Por otra parte, es claro que el salario no es el que produce inflación, un fenómeno que es consecuencia de la remarcación sistemática de los precios. El manejo de casi el 60 por ciento del consumo minorista está en manos de muy pocas empresas. La discusión en paritarias tiene que apuntar a defender el poder adquisitivo del salario, pero no desentenderse del problema de la formación de precios, de la política de apropiación de ingresos en este país. Si no, se les termina haciendo el juego a las corporaciones, a los grupos económicos dominantes.
–¿Por qué se les haría el juego, cuál es el mecanismo?
–Limitarse a discutir solamente el salario, sin cuestionar la formación de precios, es corroborar las posiciones empresarias. Es seguir la secuencia que proponen las cámaras empresarias: si aumentaron los precios, pedimos una recomposición salarial, que luego ellos trasladan a precios. De esa forma, el sindicato termina convalidando las mismas posiciones que defienden las cámaras empresarias. Lo cual, por definición, es quedar en manos de las políticas definidas por los grupos multinacionales que controlan a las principales cámaras.
–¿Y por qué sería suicida?
–Porque está poniendo en riesgo todo este proceso de crecimiento y distribución que lleva diez años. La inflación y las presiones a favor de una devaluación son parte de ese debate por la política de ingresos que los sindicatos no estamos dando. Recuperar el poder adquisitivo en estas paritarias implica que es muy difícil que pueda haber acuerdos que estén por debajo del 25 por ciento (de aumento salarial). Esto es lo que plantea la coyuntura. Es lo que venimos haciendo año a año sin plantearnos cómo frenar el proceso inflacionario, que corroe el nivel de ingresos. Como la recomposición salarial está por encima del índice de precios al consumidor y del ajuste de la paridad cambiaria, los salarios en dólares, sobre todo en los sectores industriales más dinámicos, suben. Esto a las corporaciones no les preocupa, porque lo recuperan con aumentos de precios al mercado interno. Y les sirve de argumento a los Ratazzi, los Paolo Rocca, para presionar por una devaluación y obtener una ventaja adicional en el mercado externo. En vez de estar pensando en cómo mejorar la productividad frente a la competencia de una globalización feroz, buscan la forma de quedarse con el ingreso de otros sectores vía devaluación. Y esto no lo estamos discutiendo en ninguna mesa de negociación.
–¿Por qué no se plantea la discusión en esos términos?
–Porque hay un miedo tremendo de los sindicatos a entrarle al tema de la productividad, al de la competitividad. Todavía se lo asocia a que es sinónimo de mayor explotación. Y de lo que se trata es de participar de la discusión de un modelo de producción industrial. El proceso inflacionario tiene que ver con la baja tasa de inversión de los sectores que están ligados a la producción de bienes y servicios, fundamentalmente de los sectores formadores de precios, que apelaron a los recursos de siempre: mejorar su rentabilidad a través del incremento de precios sin preocuparse por la competitividad. Y cuando hay problemas en la política macroeconómica, pretenden recuperarla a través del ajuste del tipo de cambio. Hay una gran presión por parte de algunos sectores que apuestan a una devaluación, que también se expresan en las opiniones de algunos políticos, como (Roberto) Lavagna. Los grandes sectores empresarios esperan con los brazos abiertos que esta situación se vuelva insostenible para plantear la devaluación como receta única para recuperar la competitividad. El movimiento sindical no puede ser cómplice. Muchos sindicalistas se posicionan como simples espectadores y evitan discutir estas cuestiones. Buscan hacer acuerdos a menos de un año creyendo que así defienden mejor el salario de la pérdida de poder adquisitivo. Y es al revés: hay que hacer acuerdos más largos, a más de un año, con compromisos de inversión del sector empresario para mejorar la productividad que se monitoreen. Con cláusulas gatillos semestrales sobre salarios por si se dispara la inflación, pero no tener que sentarse cada a año a discutirlo como tema único en vez de darle al sindicato un rol protagónico en la discusión del mejor modelo productivo para el país.
–Dentro de ese escenario, ¿el acuerdo de precios firmado con algunos sectores empresarios, prorrogado por otros dos meses, tiene algún impacto?
–En la medida en que los acuerdos sean consensuados son pasos correctos. Pero una de las prioridades para el sostenimiento de este rumbo económico es el mantenimiento del poder adquisitivo de los trabajadores. Si alguien pretende generar con un acuerdo transitorio algún condicionamiento en la discusión salarial comete un gran error.

jueves, 25 de abril de 2013

Qué vergüenza, me kiero ir!!!


A pedido de mi amigo Javier, y considerando su estado de enojo, producto de la NO contestación de Lorenzino a una periodista (Griega, ella), sobre la posibilidad de la sanción del FMI (ay mamita que miedo...) por la "distorsión" (?) de los números del INDEC con respecto a la inflación, publico este post y el video de 2,34 minutos, que ha provocado el enojo de mi gran amigo.

Yo la verdad que, en este tema, de "compleja resolución", no puedo explayarme por esta vía. #mequieroir Buejejeje!!!



lunes, 22 de abril de 2013

El honestismo y los ladrones.

Leemos en Letra P, un análisis fenomenal y pormenorizado de Bruno Bimbi (*)  con respecto a la política y la moralina de los políticos...


El Frepaso nos hizo muy mal.Es triste decirlo, porque empecé a militar en el Frente Grande cuando estaba en el colegio secundario, y fue mi partido durante casi diez años. Pero hoy creo que nos hizo mal, muy mal. Y todavía pagamos las consecuencias.
Gracias al Frepaso aprendimos, primero, a confundir la ética con la política — y aclaremos, antes de que oscurezca, que con eso no quiero decir que haya que dejar la ética de lado para hacer política, muy por el contrario, pero el Frepaso nos hizo confundir una cosa con la otra. Terminé de entender el origen de esa falacia cuando Carrió, hace unos años, dijo que había que unir a los honestos de izquierda y de derecha, liberales y socialistas, porque lo importante era el “contrato moral”. Ahora creo que Lilita fue el último aliento del post frepasismo; exagerado, sobreactuado y un poco delirante, como todo en Lilita, pero frepasismo al fin. Porque la idea de que lo que divide aguas en la política (y en la definición de un proyecto de país) es apenas la honestidad, sin importar las ideas, es el colmo de la no-política que el Frepaso ayudó a instalar en el “progresismo” argentino. Y es una mentira enorme.
Imaginemos a un funcionario honesto. No importa si es presidente, ministro, diputado o juez. Un funcionario ‘honesto’ en el sentido de que no roba, no se lleva a casa más dinero que el de su salario, no contrata a sus parientes y amigos sólo por serlo, no usa su función para favorecer a determinadas empresas con negocios en el Estado, no hace nada fuera de la ley, y termina su mandato más pobre de lo que era. ¿Alcanzaría eso para votarlo, para militar con él? ¿Alcanzaría su honestidad para hacer del país, la provincia o la ciudad donde ejerce su función un lugar mejor para vivir? Decir que sí sería como pensar que basta una buena ortografía para hacer literatura. La política es la lucha (en democracia, pacífica) entre diferentes visiones de mundo, entre diferentes proyectos de futuro colectivo, y no apenas un mecanismo para seleccionar administradores incorruptibles, que debería ser apenas un prerrequisito — aunque sabemos que, en la práctica, nunca lo fue. Si no, elegiríamos a los gobernantes por concurso público, analizando su currículum, investigando sus antecedentes y tomándoles examen, y no votando.
Nuestro funcionario honesto ficcional podría ser, también, un empleado fiel del estatus quo, un cobarde incapaz de enfrentarse con inteligencia a los poderes fácticos en beneficio de las mayorías, un conservador obscurantista que ponga en peligro los derechos y libertades de las minorías, un administrador probo pero ineficiente, sin condiciones para manejar la economía, un autoritario mesiánico, un fanático del pensamiento neoliberal que nos abandone a nuestra suerte en la jungla capitalista y aniquile las defensas del Estado y sus funciones más elementales, un xenófobo, un racista, un homofóbico, un nostálgico de brigadas perdidas de otro tiempo cuyo dogmatismo le impida entender el presente, un bruto con carisma pero más peligroso que mono con navaja. O nada de eso pero, simplemente, un tipo que defiende un proyecto de país con el que no estamos para nada de acuerdo, sin por ello dejar de ser, en el sentido más estricto del término, honesto.
Puede ser honesto y ser, sin embargo, todo lo que no queremos.
Y aun su “honestidad” podría ser cuestionada, a partir de otras concepciones políticas de la ética. Lilita ponía como ejemplo de liberal honesto a Ricardo López Murphy, que probablemente nunca haya robado dinero público — no lo sé, pero supongamos. Sin embargo, ¿qué clase de ética es la del que trabaja como intelectual orgánico y operador político de los intereses de unos pocos que tienen demasiado, sin importarle el destino de millones sin casi nada a los que condenaría sin pensarlo dos veces a la falta de un futuro digno? ¿Qué honestidad tiene el tipo que en veinticuatro horas en el Ministerio de Economía casi acaba con la universidad pública? ¿Nuestra ética se limita apenas a no robar, y que los pobres sigan siendo pobres y los oprimidos sigan oprimidos? ¿Tan baratas son nuestras utopías?
Además, ¿de dónde sacamos que es posible trazar una línea que divida la política en honestos y deshonestos coincidiendo con las fronteras de los partidos, como si la corrupción fuera un fenónemo exclusivamente político? ¿Los políticos vienen de Marte en un plato volador? No. Son del país que somos.
El honestismo, como lo llama Martín Caparrós, fue un discurso eficaz durante el menemismo por dos razones: porque el menemismo era tan escandalosamente ladrón y mafioso que irritaba, daba asco y vergüenza, y porque había una mayoría que, aun sabiendo que se estaban robando hasta los ceniceros, creía que sus políticas económicas eran correctas o, al menos, que cambiarlas sería más peligroso que continuarlas. Menem, Neustadt y compañía habían ganado una batalla cultural e ideológica y habían convencido a la mayoría del país de lo que Álvaro Alsogaray no pudo, lo que les permitió hacer las reformas económicas estructurales que ni la dictadura había conseguido. Que nos hicieron mierda. Y el Frepaso, apurado por llegar al poder, no quería entrar en ese debate. Chacho era un cagón. Entonces le propuso al país un “contrato moral” que no tocara la convertibilidad ni cambiara la distribución del ingreso. De ahí fuimos a la Alianza, Agulla hizo una buena campaña, y así nos fue. Como frutilla del postre, lo más patético del frepasismo fue Chacho renunciando a la vicepresidencia porque habían comprado votos para aprobar una ley contra los trabajadores, pero sin cuestionar la ley ni defender a los trabajadores — la forma sobre el fondo. Y volviendo, después, para traernos a Cavallo. Que de honesto, dígase de paso, no tenía nada.
El honestismo, además, era mentira, tan mentira como la ilusión de que la corrupción es “de derecha”, aunque para muchos de nosotros la honestidad fuera parte de nuestra concepción de lo que es ser de izquierda. Recuerdo cuando ganamos la intendencia de Avellaneda y, mientras algunos pensábamos que era la Revolución Sandinista, otros ya se imaginaban más ricos que Daniel Ortega unos años después. Recuerdo a un secretario que llegó al acto en el que asumió manejando una 4×4 imponente —tan menemista— que se había comprado unos días antes de asumir, reemplazando al Renault 12 con el que lo conocimos cuando tenía el pelo largo. Recuerdo a otro concejal de pelo largo que cantaba canciones de Mejía Godoy en las peñas del partido y dos años después había dejado de ser “el flaco” para ser “el gordo”, se había cortado el pelo y vestía trajes de empresario. Y votaba todo lo que tuviera que votar para comprárselos. Como cantaba Cazuza: E aquele garoto que ia mudar o mundo / Mudar o mundo / Frequenta agora as festas do “Grand Monde”.
Ahí el Frepaso nos hizo mal otra vez, porque era todo falso. No había ética, ni siquiera honestista. Lo que importaba era el poder, que se justificaba, ahora, con política: “el proyecto”. Muchos empezaban a relativizar la honestidad, porque el fin justificaba los medios. Nuestros aliados radicales eran más ladrones que el menemismo al que habíamos combatido por ladrón, pero no importaba, nos decían para justificar la alianza, porque los necesitábamos para ganarle. Y nuestros compañeros “progres” aprendían a un ritmo cada vez más acelerado las reglas de juego. Y les gustaban. Para muchos de ellos, los que no entrábamos en ese juego éramos unos ingenuos, unos boludos.
Nos decíamos que era un gobierno “en disputa”. Y es cierto que había mucha buena gente haciendo cosas muy valorables, siendo fieles a sí mismos. Hay que dar la pelea desde adentro, pensamos; luego nos debatíamos entre quedarnos o irnos a medida que nos dábamos cuenta de que se estaba yendo todo a la mierda. También estaba la inercia, el miedo al fracaso, la necesidad de dar la pelea para no reconocer que había salido todo mal, la omnipotencia, la excesiva confianza en nosotros mismos. Y la ingenuidad que hoy justificamos porque teníamos veintipico. Algunos hicieron carrera y se hicieron ricos — y hoy son kirchneristas, del FAP, lilitos, peronistas federales, radicales, hasta del PRO, pero aquí o allá tienen un carguito en algún lado. Otros nos encerramos en el pedacito de poder que nos tocaba, militando veinticuatro horas por día y tratando de ser fieles, ahí, a nuestra ética y a nuestro proyecto político, que no dejaba de ser micropolítica. Nos sirvió para aprender. Hasta que al final terminamos yéndonos decepcionados, a casa o a militar en otros espacios: los derechos humanos, el movimiento LGBT o la sociedad de fomento del barrio, asqueados de la política partidaria, porque ya no le creíamos a nadie; todo nos parecía cínico. Pagamos cara esa decepción. Muchos no volvieron a militar.
Y ahí llegó el kirchnerismo, que nos sedujo después de ganar unas elecciones en las que no lo votamos, porque tampoco le creíamos nada. Llegaba de la mano de Duhalde, ¿cómo le íbamos a creer? Pero, de repente, Kirchner pateaba el tablero, desafiaba los límites de lo posible y hacía, desde el peronismo y aliado con muchos de los que siempre fueron nuestros enemigos, mucho de lo que nosotros hubiésemos querido que el Chacho se animara a hacer; y más. El kirchnerismo hacía inclusive lo que jamás hubiésemos soñado, lo que parecía imposible. No lo podíamos creer. Y nos enamoró.
El kirchnerismo no nos proponía honestismo, sino mucha política. Toda la política que el Frepaso nunca nos dio, pero de arriba para abajo y sin chistar, con ladrillo y con bosta, como decía el General. Nos interpelaba poniendo en práctica lo que la cobardía política del progresismo de los noventa creía imposible, utópico, irresponsable. Nos mostraba que se podía, que no era el fin de la historia, que venían otros tiempos. Pero su manera de construir poder y su círculo de amigos nos alejaban. Acompañábamos desde afuera o asomados, sin ser parte del todo, pero entusiasmados.
Con ladrillo y con bosta, el kirchnerismo hizo muchas cosas que nos enorgullecen; lo digo en tiempo presente. Las hizo sin nosotros y le ganamos respeto. Y para algunos, eso empezó a ser suficiente para olvidarse de aquella primera ética básica y mirar para otro lado ante muchas cosas. Y meterse del todo. No importa si roban. Roban pero hacen lo que nosotros no supimos. No importan los mamarrachos institucionales, no seamos puristas. Las reacciones de muchos compañeros a los que aprecio y respeto frente a las denuncias de corrupción en el gobierno —y las dudas que a mí mismo me generan a veces— parecen una revancha contra ese error fundacional del frepasismo. Hay que bancar el proyecto, porque si viene la derecha de nuevo hace mierda lo que conquistamos en estos años en los que por fin conquistamos algo. Y ese algo existe, no es una promesa vacía. Hay muchas cosas que están mal, pero también hay un país mejor en muchos sentidos, al que queremos defender. El piso y el techo, decía Sabatella, uno de los mejores de los nuestros, hasta que lo encuadraron y, como Chacho, nos dejó huérfanos.
O bancás todo sin chistar o te vas a la vereda de enfrente, y Martín decidió bancar todo.
La “oposición”, mientras tanto, hace frepasismo desde el otro extremo ideológico. Carente de proyecto de país y de un discurso convincente sobre cualquier cosa, disponibles para defender los intereses del mejor postor, juegan al honestismo con la misma falsedad con la que el Frepaso hizo la alianza con la UCR para echar a Menem. Su honestismo es más falso que billete de tres pesos. De Narváez hablando de la corrupción kirchnerista es como Carlos Monzón denunciando la violencia de género. Schiavi, antes de Once, fue jefe de campaña de Macri. Antes de estar con Macri, fue funcionario de Grosso. Y después de Macri, se fue con De Vido. A los radicales ya los conocemos. La oposición cacerolera, impresentable, hace de la honestidad, la república y todo el bla bla bla un circo hipócrita que desnuda su incapacidad para ofrecer política. Emulan al Frepaso, pero por derecha y sin un mínimo de credibilidad.
A mí me molesta mucho más la corrupción del kirchnerismo que a cualquier antikirchnerista. Porque cuando un funcionario de este gobierno roba, pone en riesgo muchas políticas que defiendo y muchas conquistas que no quiero perder. Podemos decir: le hace el juego a la derecha. Y porque no quiero que, en nombre de principios en los que creo, un chanta se llene los bolsillos. Y también porque la corrupción corroe las conquistas, impide los cambios que faltan y trae consecuencias atroces, como Once. Por eso, me duele ver a compañeros que aprecio y respeto justificando cualquier cosa y diciendo que es todo una operación de la derecha y los medios y haciendo terapia cada noche con 678. Me duele verlos aplaudiendo a Mauro Viale con tal de criticar a Lanata, a quien admiraban cuando hacía, en los noventa, lo mismo que hace ahora. Ni lo uno ni lo otro.
Como escribió Mendieta en este post, “¿qué carajo tiene que ver con nosotros un tipo como Fariña? ¿Cuál es la unión que nos une a personajes de la ostentación, del lujo vulgar, de esa estética tan noventista? Nada. Absolutamente nada. No los merecemos. Nosotros no somos eso ni lo queremos ser. (…) de este lado, acá donde bancamos a este gobierno precisamente por las cosas que esa clase de gente detesta, tenemos el derecho y la obligación de no hacernos los boludos. Y de exigir respuestas. Y pedimos respuestas políticas además de las judiciales. Y las pedimos porque no vamos a permitir que negreen nuestros sueños. Nuestros ideales. Y vamos a defender lo hecho y, sobre todo, lo que falta —lo muchísimo que falta— por hacer”.
Comparto cada una de esas palabras, sin saber cómo sigue esta historia y deseando que no se vaya todo a la mierda, otra vez. Porque si se va a la mierda, va a seguir habiendo Fariñas, Schiavis y Onces, con otro color político, qué duda cabe, pero vamos a perder todo lo otro. Y porque lo otro se achicará cada vez más si lo que se impone, de nuevo, es la ética de los noventa, con sede en Puerto Madero. Hay que defender lo que conquistamos, aunque haya que defenderlo, también, de quienes lo hicieron posible y lo están poniendo en riesgo.
(*) Bruno Bimbi (34) es periodista, profesor de portugués, máster en Letras por la Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro y doctorando en Estudios del Lenguaje en la misma universidad. Actualmente coordina la campaña por el matrimonio igualitario en Brasil. Es activista de la FALGBT y autor del libro “Matrimonio igualitario” (Planeta, 2010). Escribe el blog Tod@s en la web de TN. / Tw: @bbimbi

jueves, 18 de abril de 2013

¿Queja alfanumérica u organización política?

Mi pensamiento está en las antípodas de la forma de pensar la realidad de Beatriz Sarlo, pero obliga la conciencia y la intención de no desajustar la necesidad de debate, que todos nos debemos dar y nos merecemos, la necesidad de reconocer, algunos aciertos en quienes no argumentan en el mismo sentido que uno.

Beatriz Sarlo nos dice:


Construir en el tiempo

No es necesario esperar a esta noche para plantearse preguntas . Un problema de los movimientos organizados horizontalmente y en las redes sociales es el de su continuidad en el tiempo. Si algo caracteriza a las redes es su cualidad porosa : son, en efecto, redes, formadas con hilos y vacíos. Cuando una movilización es organizada por un sindicato, la continuidad en el tiempo depende de que persistan los acuerdos entre personas e instituciones. Puede haber negociaciones complicadas, dirigentes que "se bajan", traiciones y cooptaciones. Pero la trama institucional sigue allí después de la movilización: locales, recursos, bases adiestradas en el activismo. Si se trata de reivindicaciones sociales, están los cuadros con experiencia y los que la aprenden en la práctica. Hubo piquetes durante años, no sólo porque los manejaba D'Elía, en primer lugar porque D'Elía no era el único jefe piquetero; en segundo lugar, porque otras organizaciones adoptaron esa forma de lucha para ocupar la calle.
Otro ejemplo evidente es el movimiento estudiantil. Los locales universitarios son un espacio clásico de unidad y divergencia; en ellos se pelea y se convive. No es milagroso que el movimiento de los estudiantes persista desde la reforma de 1918, aunque con diferentes variantes y objetivos. Por otra parte, están las organizaciones con un objetivo único, que tienen bases muy decididas, militancias constantes y acuerdos tácticos: pueblos originarios, defensores del medio ambiente y movimiento de derechos humanos desde la dictadura.
Finalmente, llegaron los indignados. En Europa y en los países emergentes, paralelas a organizaciones tradicionales de la protesta o en su ausencia, se han producido movilizaciones ciudadanas "horizontales": los indignados españoles de 2011, por ejemplo; y también los indignados argentinos de 2001, que probaron que es más fácil colaborar en la salida de un gobierno que organizar uno que los represente. Como lo plantean observadores del caso español, la continuidad en el tiempo es un problema fundamental. Los vituperados partidos políticos extraen sus virtudes y sus defectos de esta continuidad. Siguen gobernando porque siguen estando allí.
Una vez que la voluntad de miles se ha organizado horizontalmente, es injusto exigir que persista y que, por sí sola, se unifique lo suficiente como para transformar las consignas en política. La movilización ha cumplido y seguirá cumpliendo una función esencial, pero es también efímera. Incluso las asambleas de las plazas porteñas de 2001 fueron efímeras. Lo nuevo es vigoroso, entusiasta y frágil.
El tiempo de la política no es sólo el corto plazo. Esto lo saben incluso aquellos a quienes se acusa de cortoplacistas. Producir continuidad es la tarea más pesada del activismo y los dirigentes. Lo aprendieron las organizaciones que alcanzaron la victoria de subsistir. Los partidos políticos que se identifican con el progresismo democrático y republicano tienen que abrirse a esta temporalidad de nuevo tipo. Si subsisten como organizaciones cuasi tribales, enigmáticas en sus procedimientos, cerradas a los recién llegados, lo mejor que produzca la movilización social no pesará en la política sino como indignada intermitencia.








EMBESTIDA MEDIATICA

Asistimos y asistiremos (durante este año y cerca de las elecciones, mucho más) a embestidas del hampa mediático contra la voluntad de la mayoría, hasta que la Corte Suprema ponga blanco sobre negro y determine que la ley de medios, la cual tuvo amplia discusión popular en foros externos al poder político, y también en gran medida antes de ser aprobada por el congreso, es en un todo constitucional. 

Están trabajando en el mismo plano táctico de esmerilado del poder legítimamente constituido, como ocurre en ocasión de períodos de elecciones, con operaciones de superficie y dirigida a gente poco atenta a las "sutilezas", en este caso ejecutadas por un insolvente serial, que, como tal tiene un cierto "¿charme?" en su moralina discursiva. 

Desde el día de hoy comenzaron con la segunda fase del show del domingo, -y seguirá in crescendo- apuntando a los jueces, distintas usinas radiales y televisivas (propias y ajenas "colaborativas") que adecuan sus programaciones a la agenda propuesta por el hampa de medios, estuvieron esbozando distintas teorías sobre cómo deberían aplicarle celeridad a la causa de "lavado de dinero". 

Claramente los prestigiosos magistrados que tuvieron el "honor" de recibir una denuncia que como medio probatorio consta de un sólo vhs de 25 minutos, tienen un dolor de cabeza, y ésto el hampa lo sabe muy bien y es por este lado donde continua la operación... hasta que caiga por peso propio (y por berreta) y se vuelva una herramienta para acusar de impunidad permanente, y de paso a un pequeño mundo de distraídos les infunden más indignación, considerando que el hampa siempre gana adeptos en climas irascibles.