lunes, 17 de junio de 2013

Brasil y la receta opositora de imitar modelos económicos

Leemos a Francisco Balász en Miradas al Sur, haciendo un análisis reflexivo sobre qué es lo que nos dicen en realidad, los devaluadores seriales vernáculos, y para quién/es juegan.
Les cuento un secreto, a favor del país no juegan nunca, los pormenores a continuación.



Imitadores seriales. J. A. Martinez de Hoz, R. Aleman, D. Cavallo. C. Melconian, F. Sturzenegger y A. Prat Gay.


Algunas claves para entender la fascinación de la derecha argentina por las virtudes de Brasil.
Imitar, y pretender importar, "modelos de país" o "planes" económicos, se inscribe entre las recurrentes tradiciones y propuestas de los sectores liberales (en su versión de las derechas argentina) desde hace décadas (por no decir siglos y entrar en discusiones mayores) para marcar el rumbo que debería tomar la Argentina con el fin de ser un país civilizado, serio, confiable, y próspero.

El recurso consiste en resaltar modelos exitosos, estrictamente económicos, y sus modelos financieros y de negocios, siempre recortados y sesgados a voluntad de los divulgadores de la de modernidad y el progreso. Destacarán variables económicas incomprensibles por la mayoría de la gente de a pie. En sus presentaciones incluirán definiciones tales que hagan sentir al público en general que está siendo estafado por una economía oprobiosa que afecta su vida cotidiana. Mencionarán varias veces y en cada intervención la palabra libertad, impondrán temor y catástrofes, se horrorizarán con el gasto público, y otras tantas veces harán referencia a la corrupción y la transparencia. 
El paquete queda cerrado y con moño, ofreciendo como muestra irrefutable al país elegido para imitar en el momento que convenga, siempre que se adapte a sus intereses. Al finalizar, dirán una máxima del tipo: "Si ya está todo inventado, ¿qué pretendemos, descubrir la pólvora?".
Breve reseña. Los modelos económicos a imitar, e implantar, utilizados en el pasado fueron tomados de países con historias, estructuras económicas y productivas, sociales y culturales, abismalmente diferentes a la Argentina. Se exhibía a todo país europeo, en especial los centrales, y Japón, el hartante caso emblema del contra ejemplo argentino, o el de "los dos países excepcionales del mundo". Más acá en el tiempo, los modelos a imitar fueron los de las naciones jóvenes: Nueva Zelanda y Australia, y también Canadá. El ideario de libertad de mercado de los Estados Unidos, ubicuo, siempre y en todas las experiencias aplicadas. Salvo excepciones, breves en términos de los 200 años de la historia Argentina, las propuestas basadas en modelos a imitar recorrieron marcadamente nuestro pasado reciente. Con el desemabrco de la dictadura de 1976 fue la escuela de Chicago, de Milton Frydman y José A. Martínez de Hoz su brutal implementador local. Ya en democracia, durante la década del ’90, se retomó la senda de la imitación, a través del Consenso de Washington, y la Argentina logró el premio mayor al ser exhibido por el Fondo Monetario internacional como un faro para el mundo. Orgullosos, los divulgadores que acompañaron ambos períodos sostuvieron su protagonismo hasta que se los llevó puestos, y a todos los argentinos, la crisis del 2001/2002. Los divulgadores de imitaciones todavía no acusan recibo.
España e Irlanda. Hasta el año 2008, cuando Estados Unidos y Europa cayeron en la profunda crisis financiera, de la que cinco años después no logran salir, se imponían permanentemente en la dirección mencionada los modelos de España e Irlanda. Los divulgadores del establishment político y económico local no dejaban de mencionar el crecimiento de España, las inversiones extranjeras que recibían, la prosperidad creciente de los españoles. Lo mismo con Irlanda, que había crecido en base a su desarrollo tecnológico para convertirse en uno de los países con mejor calidad de vida.
Hasta el cansancio, y durante años, se repitieron las argumentaciones que explicaban la sencilla manera en que esos países habían decidido modernizarse, adaptarse e insertarse, rápidamente, al tren del progreso europeo, simplemente imitando lo que otros países como Inglaterra, Francia y Alemania, ya habían hecho. El problema que surgió para los divulgadores de la imitación, es que la crisis del 2008 se llevó puesto, en primer lugar, justamente a España, Irlanda. El tren del desarrollo descarriló, mostrando, brutalmente, el rostro más cruel de la importación de modelos que se les impusieron (y compraron), sin considerar las condiciones sociales, económicas, productivas y culturales de cada uno de esos países.

Las cifras de desempleo y pobreza, y caída de la exaltada productividad y competitividad, son datos conocidos por todos. Ya nadie se atreve a recordarlos; quedaron arrumbados en el rincón del exitoso laboratorio neoliberal. Mientras tanto, los estragos de la crisis la pagan los españoles, irlandeses, griegos, portugueses, y aunque en menor medida el resto de los países de Europa poniendo en duda hasta la continuidad misma del Euro como moneda común.
Ante la caída de los modelos de Irlanda y España, los divulgadores de imitaciones rápidamente sacaron de la galera una tríada recurrentemente repetida, más cerca en el mapa, dentro del continente suramericano.
Brasil supera a Chile y Uruguay. Luego de la caída de España e Irlanda del podio de modelos a imitar, aparece, picando en punta, Brasil, superando entre los favoritos a otro modelo anterior, Chile, y más recientemente, Uruguay.
Las políticas aplicadas en Brasil y Argentina tienen puntos comunes en términos de desarrollo de políticas de crecimiento del empleo registrado, de aumento de salarios, de sostenimiento del consumo a través de la ampliación del mercado interno. De ampliación de derechos, de reducción de la pobreza a través de planes asistenciales, de ampliar el acceso a la educación y la salud. En términos de integración regional ambos países han establecido alianzas similares y comunes.
Hecho este breve repaso, el dilema se presenta cuando quien ubica a Brasil en el primer puesto del podio es, por ejemplo, Carlos Melconian, actual candidato a diputado por el PRO. Y ahí surge la primera gran sospecha, inmediata: ¿qué tiene Brasil que seduce tanto a Melconian, y también a Alfonso Prat Gay, y a Federico Sturzenegger, o a Roberto Lavagna, Mauricio Macri y Elisa Carrió? por sólo citar algunas de las mediáticas figuras de la oposición. 
¿Qué es lo que se le ahorra en críticas a Brasil y no a la Argentina? El lugar que ocupa la lucha contra la pobreza entre los imitadores de modelos no tiene espacio entre sus propuestas como si, con vehemencia, lo tiene pedir que el tipo de cambio se actualice, o se disminuya el gasto público. En cuanto a la corrupción, los defensores de la transparencia y la honradez, "denuncistas mediáticos", e imitadores profesionales, nada mencionan ni se escandalizan por el caso de sobornos en Brasil, llamado mensalao, que condenó a 25 personas, entre ellas a José Dirceu, jefe de Gabinete y mano derecha de Lula.
Rankings. En el año 2011 Brasil quedó consagrado como la séptima economía del mundo, superando a Gran Bretaña. Este dato es sensible al corazón de los nostálgicos del granero del mundo, porque les recuerda el 5º lugar que ocupaba la economía argentina en el ranking mundial entre los países más ricos de la Tierra, a principios del siglo XX. Ocupar ese lugar en el ranking mundial supone que la riqueza, medida en esos términos, llegará indefectiblemente a la población, como leche derramada afirman, sí, derramada. La Argentina, con su pasado 5º lugar en el mundo, Brasil con el actual 7º puesto, y China con el 2º, demuestran que el proceso de acumulación y crecimiento del Producto Bruto Interno, aun descomunal, no conlleva un correlato en índices de desarrollo humano, desarrollo tecnológico, acceso a la salud y educación, igualdad de oportunidades, distribución de la riqueza, y mejora en la calidad de vida de todos sus ciudadanos.
¿Cuál modelo, cuál Brasil? El primer análisis en términos de avances en el terreno de políticas públicas, sociales y de desarrollo interno en los gobiernos de Lula y Dilma, contienen similitudes significativas con lo realizado en la Argentina por los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. La aplicación de una distinta vara en lo que se critica y rechaza en Argentina, como medidas populistas, o cuanto menos clientelares, en Brasil no son materia de rechazo por los divulgadores imitadores.

Algunos ejemplos de la distinta vara:

- Inclusión y lucha contra la pobreza: en Brasil se instrumentó el Plan Bolsa de Familia, con una cantidad de beneficiarios mayor en porcentaje de la población que el instrumentado en la Argentina a través de la Asignación Universal por Hijo. Aquí, la AUH es por lo menos una medida populista y clientelar. El plan Bolsa de Familia que se aplica en Brasil no es criticado por los divulgadores e imitadores.

- Sistema jubilatorio: Ambos países incorporaron al sistema jubilatorio a millones de hombres y mujeres que no reunían las condiciones para jubilarse. Aquí, esa medida es injusta contra los que hicieron sus aportes regularmente, y desfinancia a la Anses. La misma medida, en Brasil, no es criticada por los divulgadores e imitadores.

- Financiamiento público y privado: El Banco de Desarrollo del Brasil (Bandes) financia en un 25% al empresariado brasileño privado, utilizando los fondos del seguro de desempleo que aportan los trabajadores brasileños con el 8% de sus salarios. Aquí, el financiamiento de la Anses a obras de infraestructura es vaciamiento de los fondos de los jubilados.

- Inserción mundial e integración regional:
-Argentina: Cancela su deuda y termina con el Fondo Monetario Internacional. Queda fuera del mundo
-Brasil: Cancela su deuda y termina con el Fondo Monetario Internacional. Queda dentro del mundo.

Los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff produjeron un vuelco fundamental en la política brasileña de integración regional a través del afianzamiento de relaciones con los países sudamericanos.
Junto a Néstor Kirchner y Hugo Chávez, enterraron el ALCA y mandaron al carajo al presidente de los Estados Unidos, George Bush.
Fortalecieron el Mercosur, y formaron parte de la creación de la Unasur y la Celac.
Establecieron alianzas estratégicas con el gobierno argentino de los Kirchner, el venezolano de Hugo Chávez, el boliviano de Evo Morales y el ecuatoriano de Rafael Correa. Hay que sumar a la República Islámica de Irán, con quien Brasil mantiene fuertes relaciones comerciales..
Para los divulgadores e imitadores, todos ellos conforman el eje del mal. ¿Están de acuerdo los melconianes con una integración regional como la de Brasil, con el eje del mal?
El Brasil de los imitadores. El modelo de Brasil que pretenden los imitadores se centra, puntualmente en parte del proceso económico y financiero, tipo de cambio, flujo de inversiones, ingreso de capitales, y tasa de interés elevada, con una relativa baja inflación. El crecimiento de Brasil en 2012 tuvo un magro 0,9% y la expectativa para el 2013 es del orden del 3%.
Consultado por Miradas al Sur, el economista y profesor de la UBA Horacio Rovelli apunta con precisión las virtudes que rescatan los imitadores y divulgadores, que ven en Brasil el modelo a imitar: "El modelo brasileño que halagan los sectores conservadores y de derecha en la Argentina responde a que Brasil ha ido gradualmente priorizando la valorización financiera del capital. Esto es, la combinación que se da entre el atraso cambiario y las altas tasas de interés local. Aplican la lógica que a mayor tasa de interés más ahorro y más ingresos de capital extranjero. La respuesta a estas políticas es que el ahorro es parte del ingreso nacional. Por lo tanto, primero tiene que subir el ingreso nacional (PBI) y de allí nace el ahorro, no por disponer de una mayor tasa de interés. Por el contrario, con mayor tasa de interés se desalienta la producción. Con respecto al ingreso de capitales es, en un elevadísimo porcentaje, capital financiero de corto plazo".
Otro punto de la actual economía brasileña se observa en el proceso de un fuerte incremento de productos primarios en sus exportaciones, en detrimento de los de carácter industrial. Al respecto, Rovelli afirma "La productividad en alimentos y energía (soja y petróleo) permite exportar con un tipo de cambio atrasado, pero no así en la industria que no puede competir internacionalmente, razón por la que en 2012 el nivel de importaciones creció considerablemente. El efecto de la pérdida del peso de productos industriales impacta en la disminución de puestos de trabajo. En cuanto al actual nivel de del sector industrial, y de la burguesía empresaria, Brasil, en la década del 70 tenía mayor producción industrial que Corea del Sur y China juntos. Hoy está muy por detrás de China, y levemente arriba de Corea del Sur, que tiene cuatro veces menos de población. La caída del desarrollo industrial, se debe a haber valorizado financieramente el capital asegurando una elevada renta al ingreso de divisas, a costa de la producción y del consumo local. La vulnerabilidad del sistema financiero brasileño lo ubica en un punto de riesgo de una fuerte salida de capitales en caso que la Reserva Federal de los Estados Unidos, en la medida que supere la recesión, produzca una suba en la tasa de interés".
La respuesta acerca de la fascinación de los imitadores y divulgadores de las derechas tienen claro porque Brasil es el modelo a imitar. La estrategia es casi cínica. Aceptan todos los avances sociales, los planes asistenciales, la intervención del Estado inclusivo en el ámbito de la salud y la educación, pero ven con claridad un flanco, predilecto, que les compensa olvidar todo lo otro de un gobierno populista, aliado al eje del mal. Ven un sistema financiero, que les permite volver a ordenar la economía del país, a restaurar en la Argentina. Las ganancias y beneficios son cuantiosos, compensan todos los sapos que tengan que tragar. Incluso hasta decir que Lula es el ejemplo a seguir, y proclamar que socialmente son de centroizquierda.

miércoles, 12 de junio de 2013

Neoliberalismo Blanco

Leemos a Guarnaccia en Télam,

KIRCHNERISMO O CORPORACIONES

Un neoliberalismo blanco

Los armados políticos que se van perfilando para las elecciones de 2013 muestran que los partidos de oposición se proponen modificar sustancialmente el modelo político de crecimiento económico con inclusión social. ¿En qué medida estas alianzas expresan la persistencia del proyecto político que quedó trunco en 1999?


El triunfo del neoliberalismo en los años noventa radicó tanto en haber encontrado en la figura de Menem un liderazgo político, como en el hecho de que las fuerzas opositoras se constituyeron menos en alternativas políticas al menemismo que en opciones que prometían ejecutar sus notas salientes de una manera más "pulcra" y acorde con la “tradición republicana”. Así, frente al neoliberalismo “carnavalesco” y “peronista”, proponían un neoliberalismo “austero” y “republicano”. Frente a un neoliberalismo “negro” prometían un "neoliberalismo blanco”. De este modo, en los años noventa el arco político podía ser menemista o anti-menemista pero en cualquier caso era neoliberal.

A diferencia de los años noventa, cuando se podía estar en contra de Menem para imponer “mejor” el modelo, los armados políticos que se van perfilando para las elecciones de 2013 muestran que los partidos de oposición se proponen vencer al elenco kirchnerista para modificar sustancialmente el modelo político de crecimiento económico con inclusión social y sus amplias conquistas. Tanto la alianza entre el PRO y los sectores del peronismo no kirchnerista como la del radicalismo, socialismo, coalición cívica y proyecto sur, pretenden ofrecer como alternativa al kichnerismo una reversión de aquel “neoliberalismo blanco” que tuvo en la figura de Fernando De la Rúa su máxima expresión de éxito y fracaso.
"No solo se busca efectuar un brutal ajuste sino fundamentalmente que ese ajuste sea llevado a cabo por el kirchnerismo."

¿En qué sentido el “neoliberalismo blanco” que actualmente se opone al kirchnerismo rememora al de los años noventa? Sin la fórmula de la convertibilidad, lo esencial de la concepción en materia económica no ha cambiado. La clave reside en contraer la base monetaria (supuestamente para combatir la “inflación”, pero en realidad para debilitar la intervención estatal en aras de apuntalar la demanda agregada) y acomodar el tipo de cambio siguiendo una regla a rajatabla: la de incrementar la rentabilidad de los sectores que ya detentan altas rentabilidades y, en el mismo acto, bajar en términos relativos el “costo laboral”. El latiguillo de que es necesario, mediante una brusca devaluación, reacomodar los precios internos en relación con los externos para que gane “competitividad” la “economía” sigue esta lógica, aunque no hace más que maquillar lo que efectivamente se busca, que no es sólo efectuar un brutal ajuste sino fundamentalmente que ese ajuste sea llevado a cabo por el kirchnerismo.

Si históricamente los sectores que se favorecerían con este tipo de medidas justificaron la existencia del poder político siempre y cuando fuera capaz de asumir los “costos” del ajuste, en este contexto se sobreimprime un diagnóstico coyuntural: que no se puede doblegar electoralmente al kirchnerismo sin antes haberlo doblegado imponiéndole un ajuste, puesto que de lo contrario sus bases sociales le seguirán respondiendo de una manera lo suficientemente firme como para que no sea posible borrarlo del mapa político.

Este neoliberalismo residual, que se prefiere "blanco", no pide que se retire el Estado, sino que su intervención se realice garantizando cuotas más altas de rentabilidad empresarial. De este modo, la consigna de devaluar al 40% y la abstención de la gran mayoría del bloque del PRO, auspiciada por su jefe político, respecto a la votación de la Ley de Fertilización Asistida, muestra cierta coherencia ideológica. Se exige que el Estado intervenga –vía devaluación- para incrementar todavía más la rentabilidad de los sectores que reciben divisas por la exportación (el caso ejemplar es el del campo pero no es el único) y que se abstenga –en el caso de la Ley de Fertilización- para no alterar la rentabilidad de las prepagas. Un republicanismo coherente a una república de propietarios.

Al mismo tiempo, este ideario vuelve a colocar en el centro de la escena a los "pseudo-economistas" típicos de los años noventa. El caso de Sturzenegger es paradigmático de ese tipo de “intelectual orgánico” propio del neoliberalismo, un tipo de intelectual que por detentar determinados “saberes” económicos se cree habilitado a emitir opinión sobre cualquier fenómeno social. Sus recientes analogías entre el kirchnerismo y el nazismo hablan a las claras del carácter superficial con que estos “expertos” han sido formados en materia histórica, política y social -justamente aquellas temáticas que el actual gobierno de la Ciudad de Buenos Aires pretende disminuir de los contenidos curriculares de la escuela secundaria.

En el mismo momento en que realza a los “expertos” de la economía, este neoliberalismo estigmatiza a los políticos. Así, TN presenta el staff del PRO subrayando que no “provienen” de la política y Fernando “Pino” Solanas le confiesa a La Nación que el kirchnerismo no es un proyecto “político e ideológico” sino un “proyecto de poder”, con lo cual, según su lógica, habría proyectos de poder que no tendrían connotaciones políticas y proyectos políticos que no aspirarían a ser proyectos de poder. Con este ideario, los sectores dominantes de la economía pueden descansar tranquilos: la política no estaría hecha para disputar el poder sino más bien para cumplir una función cara a la conciencia republicana, la de fiscalizarse a sí misma. Así, la democracia se convertiría en un régimen político “sano”, a costa de haber renunciado de antemano a servir de plataforma de cualquier proyecto de poder popular que aspire a la transformación del mundo histórico.

Coartada la idea de que la política tiene que estar al servicio de la construcción de un poder alternativo a los realmente existentes, el "neoliberalismo blanco", además de la política cambiaria, se orienta a retrotraer las cosas a los años noventa en dos capítulos relevantes de las transformaciones impulsadas por el kirchnerismo: en materia de derechos humanos, reaparecen las voces que claman por la suspensión de los juicios a los responsables de delitos de lesa humanidad; en materia de política internacional, se demanda el realineamiento del país y del continente con los Estados Unidos. La opción de Binner por Capriles es todo un posicionamiento al respecto, acorde con la supuesta política internacional “aislacionista” argentina que recurrentemente denuncia La Nación en sus editoriales.

Ahora bien, para que retorne este "neoliberalismo blanco" debieron ocurrir algunas cosas. En primer lugar, si en los noventa este ideario aspiraba a quedarse con las empresas del Estado, en la actualidad, lo que se busca es reorientar –y en muchos casos limitar- los instrumentos estatales recuperados por el kirchnerismo. La percepción que tienen estos grupos –a veces el concepto de “corporación” es muy generoso con ellos- es que el kirchnerismo significa niveles salariales y “gasto público” demasiado elevados. Al mismo tiempo, representa un actor díscolo, que en cualquier momento es capaz de cambiar el escenario político y que en definitiva trabaja para dotar al Estado de una “autonomía relativa” incompatible con estas concepciones. En fin, si en algún momento significó un principio de ordenamiento, y en ese sentido podía tolerarlo, para el neoliberalismo "blanco" el kirchnerismo ahora es un estorbo.
"Para el neoliberalismo 'blanco' el kirchnerismo ahora es un estorbo."

En segundo lugar, para que retorne el "neoliberalismo blanco" es necesaria una marcada ausencia de autocrítica en las clases dominantes respecto a lo acontecido en los años noventa. Lo que se desprende de sus diagnósticos es que el modelo neoliberal fracasó a fines de los noventa por no haber encontrado un liderazgo acorde con las circunstancias y un sector externo desfavorable. Si en el primer caso el lamento es por no encontrar ni por fuera ni por dentro del peronismo un liderazgo como el de Menem, en el segundo caso se resume diciendo que el kirchnerismo tuvo la fortuna de contar con un precio elevado de la soja, un precio que, de haber existido antes, hubiera hecho inviable el surgimiento del “populismo” y que, por haber existido después de la debacle del 2001, explica su perdurabilidad. En ningún caso, desde luego, se mencionan las gravísimas consecuencias del modelo neoliberal en Argentina.

Por este motivo, las alianzas electorales que se están perfilando, sean aquellas decididas por la derecha empresarial o las del arco conservador que se presenta como “progresista”, no son únicamente coaliciones diseñadas para ocupar cargos legislativos que se ven amenazados o para rememorar las viejas proezas del anti-peronismo histórico: son también un intento de retomar el neoliberalismo con "pulcritud republicana" que quedó trunco en 1999